Hay días de risas, alegrías y esperanzas.
Hay momentos de juegos, saltos, carreras, escondites,…
Y hay preguntas y sentencias que te dejan descolocada y 24 horas después continúan en tu cabeza: “¿Mamá, por qué tenemos que morir? Es que yo no quiero morir.”
Con esto me sorprendió mi mediana ayer cuando salíamos del parque. Mientras hablábamos del colegio, de juegos en el patio, de niños que habían llevado esto o aquello para el recreo… cuando íbamos a cruzar por el paso de peatones.
Recuerdo que me sujeté al carrito de la peque a la vez que me encontraba con su mirada, que me estaba esperando desde que había formulado esa frase.
Y qué decirle:
- que yo tampoco quiero morir,
- que sólo pensar que aquí estamos de paso mi estómago da un vuelco y la angustia me empieza a engullir,
- que por más que quiero aferrarme a un mundo más allá de este terrenal me entran a veces muchas dudas sobre su realidad y eso me desespera de un modo inimaginable…
Está claro que los peques piensan, y mucho. Y de pronto me vi tan identificada. Noches en vela cuando era pequeña pensando de dónde venimos, a donde vamos… Y recordé que me había pasado algo parecido con su hermana años antes, pero en aquella ocasión, coincidió con ciertos hechos a nuestro alrededor, con lo que me pareció algo lógico. Pero ahora no ha habido ningún detonante cerca y ésta tiene la preocupación y la angustia.
Le contesté que no se preocupase ahora por eso, porque no era algo sobre lo que pudiésemos hacer nada. Que lo único que podemos hacer es tratar de disfrutar al máximo de cada momento y no pensar en la muerte, que ya llegaría cuando tuviese que llegar… Que ahora tenía que pensar en jugar, reír, aprender, correr, saltar… ¡¡¡VIVIR !!!
A lo que ella respondió: “Vale mamá, pero yo no quiero morir hasta tener mil años”
Para mí es un tema duro. Muy duro. Y cada vez más, al verlas a ellas y no querer dejarlas nunca solas, a ver a mi pareja y el proyecto de vida juntos… Porque tengo claro que si hay otra vida tras ésta, yo quiero que la mía sea al menos rodeada de los que quiero aquí y sólo pensar que eso no fuera posible me duele.
¿ Y tú, te has planteado alguna vez esto? ¿ Te lo han planteado ya tus hijos?
Apenas ha pasado poco más de un mes y no dejo de darle vueltas a la siguiente afirmación “ Tú eres la que vas a tu ritmo”.
Leída así, sin más contexto, puede parecer que soy una pasota de la vida, que hago las cosas cuando quiero, a mi aire, sin tener en cuenta las pautas de esta sociedad, de mi familia, del trabajo… Vamos, que sea el contexto que sea, parece una actitud negativa por mi parte.
Sin embargo, en el contexto que tuvo lugar, me dio por echarme a reír junto con mi marido, en el momento en que el ser que las había pronunciado se marchó.
Bueno, os sitúo.
Hace apenas un mes, tuve a mi tercera hija en la misma maternidad que a las dos anteriores, aunque he de decir que desde que naciesen la primera y la segunda, hasta ahora, las cosas han cambiado bastante allí. Ahora siguen el protocolo al nacer de piel con piel y, a diferencia de las otras veces, según salió al exterior mi princesa me la pusieron encima y allí estuvo salvo apenas unos minutos… Recuerdo salir del paritorio con ella cogidita en brazos, bajo la sabána, conmigo… bueno, esto sería tema de otro post.
La verdad es que las matronas de la preparación al parto y la que me atendió el mismom, eran muy prolactancia materna y como yo iba concienciada como en los otros dos a darle el pecho, pues todo perfecto, todo iba a ser más sencillo y relajado que la primera vez… pero me equivocaba, menos mal que como he dicho es la tercera.
A diferencia de con la primera, que era cada tres horas la pauta, aunque debo confesar que he llegado a la conclusión que al final siempre lo he hecho a demanda, con ésta tenía claro que adiós relojes, y como las matronas habían también comentado que esto era lo más indicado para la peque nada más nacer, pues ahí estaba yo cada vez que la peque pedía, con el pecho a su servicio…
Pero claro, no caí yo, con que una cosa es lo que piensa e indica la matrona, la pediatra, y otra la que dan por hecho y tratan de imponer las enfermeras y auxiliares de turno, porque no todas son prolactancia, y de las que lo son , no todas lo son de a demanda… y entre las que son de la escuela de las tres horas, y las que no lo son,… pues bueno, a estos grupos desde luego no les gusta que nadie venga a trastocar sus horarios de baños, de mediciones, de tomas de temperatura, de curas , de recogidas de bandeja, etc…
Todo empezó, porque la primera mañana preguntaron por la frecuencia de heces y micciones de la peque. Pues bien, en cada toma, contesté. Después vinieron a lavarme y yo estaba con la peque al pecho: “ pero bueno, esta niña estaba cuando te miré la temperatura y otra vez la tienes, no ha pasado ni una hora, tú verás acabarás por hacerte grietas, es cada tres horas, no te acuerdas?”… y bueno, así , comentarios varios, tanto por enfermeras como por auxilires… Pero por la tarde-noche ya fue la gota que colmó el vaso: “ ¿ ha hecho la niña deposiciones y miccionado a las tres, a las seis, a las nueve?” a lo que mirándole con cara de qué me estás contando, contesté: “ Pues a esas horas no sé, pero cada vez que la he cambiado tras el pecho sí”, y ella replicó “ Ah! Ya! Que tú eres la que vas a tu ritmo” .
En aquel momento me reí. Y aún ahora al recordarlo me sonrío. Pero pienso en lo mal que lo pasé de primeriza con tantos comentarios tan cruzados, con tantas dudas, tan perdida como me encontraba, y lo siento por el resto de primerizas que lo pasarán tan mal como lo pasé yo.
Esta vez sabía que la leche me tardaría en subir. Sabía que un bebé se cansa de mamar y se duerme y al ratito se despierta aunque no hayan pasado tres horas, y vuelve a mamar, a cansarse y dormirse… al menos mis tres bebés han sido así. Sé que en mi caso un biberón de refuerzo, después de ponerla al pecho, dentro de las primeras cuarenta y ocho horas no echa por tierra la lactancia materna…
Pero claro, todo esto lo sé porque YO VOY A MI RITMO!
Y también sé que es fácil opinar sin pararse a cuestionar el efecto que eso puede tener en el de enfrente. Y en el caso de las madres y padres primerizos, tiene un efecto devastador. Porque por muchas ilusiones que se tengan puestas en el bebé que llega a este mundo, de pronto entran dudas, miedos, temores, inseguridades… al tener ese pequeño a tu cuidado ya para siempre; y cuando ves que el personal con el que compartes las primeras horas de vida de tu hijo tiene actitudes y opiniones dispares, eso hace que aumenten aquellas. Imagino que esto es herencia de las distintas corrientes en neonatología que han existido en los últimos años, y que en breve, todo el personal sanitario tenderá a la misma filosofía y se unificarán criterios dentro de los hospitales y clínicas.
Lo espero por el bien de todos aquellos “primerizos” que seguirán siempre existiendo.