Hay momentos malos porque si no, no los habría buenos… O eso quiero pensar cuando me tocan…
Esos malos momentos en los que te sientes sola y confundida no son exclusivos de una edad ni status ni situación o época del año… Aunque algunos crean que sí…
Todos podemos sufrirlos pese a estar rodeados de esas personas a las que en principio importamos y nos consideran necesarias en su vida.
Y llega el día en que crees que todo y todos te sobran… que a todo y todos les sobras… Ese día que según te despiertas tu cabeza sigue siendo el hervidero de la noche anterior y un nudo en el estómago sujeta esas lágrimas que quieren salir y explotar.
Son días duros y difíciles en que te cuesta sentir que puedes respirar e imaginar que podrás volver a reír y caminar sin vacilar.
Ese sentimiento de tristeza te sujeta y oprime y no te deja pensar. No te permite despegar y gritar… No te deja reír y empezar a flotar.
Lo único bueno de esos días es que sabes que sólo es cuestión de tiempo tocar fondo para salir de nuevo a la orilla y retomar tus ilusiones y sueños de nuevo…
Has sentido alguna vez esta sensación?? Si la respuesta es negativa, enhorabuena! Te importaría compartir la clave para ello? Si la respuesta es positiva, ves como no estás sólo ni eres un bicho raro? Ánimo! Recuerda que «Hay momentos malos porque si no no los habría buenos»
Domingo tarde, o tarde de domingo. El orden de factores no altera el producto. Y en mi caso el resultado es: pereza, tristeza, apatía…
Con el empezar de los días grises, de las tardes cortas y , por consecuente, las noches largas ,siempre llega esa pereza al salir de la cama, acompañada de ese destemple al salir de la ducha y ese continuo deseo, según amanece el lunes, de que llegue el fin de semana. Ese fin de semana que nos permitirá parar un poquito la contrarreloj semanera y descansar algún que otro rato.
Los fines de semana son un pequeño oasis. Ese no sonar del despertador. Ese ritmo marcado por los peques pero sin colegios, meriendas, cenas, camas… se lleva mucho mejor… Incluso que esté alguien enfermo, en fin de semana, se lleva con menos carga, porque no hay que hacer malabarismos para atender al enfermo, al trabajo, a la casa…
Pero pese a todo lo anterior, hay algo que no me gusta nada, y que pese al pasar de los años no consigo positivizar salvo cuando estoy de vacaciones, y son las tardes de domingo. Una tarde dura donde las haya. En la que poco a poco ves llegar el comienzo de la semana. Da igual que la pase atareada para no pensar en su pasar… da igual estar tranquilamente en familia en casa tratando de disfrutar de pequeños juegos en común … o simplemente sentarme a leer o a pensar… Las tardes de domingo me superan. Sobre todo estas tardes de domingo del otoño y el invierno. Son tristes… son plomizas… son desestimulantes donde las haya. Aunque tienen algo positivo: son la señal de que queda menos para el siguiente fin de semana.
¿Tienen el mismo efecto tristón en ti? ¿ Cuáles son tus trucos para que te dejen siempre una sonrisa?
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Al mirar un bebé fácilmente notamos una cascada de sentimientos en nuestro interior. Ese pequeño ser parece tan completo y pleno y a la vez tan frágil que hace que se despierte en nosotros un sentimiento protector increíble, y de unas dimensiones inimaginables si además es tu propio hijo.
Pero esa fragilidad no es sólo exclusiva de los recién nacidos, de los bebés, de los niños, de los enfermos, de los ancianos… Ni mucho menos.
Según nos vamos haciendo mayores, vamos tomando conciencia de que nosotros también somos frágiles. Que ese adulto que parece tan resuelto y tan seguro de todo tiene pequeñas fisuras que lo hacen sentir frágil en muchos momentos de su vida, aunque no todos lo vean.
En el caso de las madres, el baile de hormonas durante el embarazo y en la fase de postparto, hace que nos volvamos en muchas ocasiones más frágiles de lo que los que nos rodean nos ven. Es cierto.
Pero con independencia de ese momento vital de la maternidad en nuestras vidas, cualquiera tiene épocas más altas o bajas de ánimo en el camino de su existencia.
El problema es manifestar esa fragilidad sin caer en la lástima, sin tener que mendigar un poco de atención, sin que piensen que es porque estás pasando una etapa “a”, “b” o “c”.
No todos estamos preparados psicológicamente para mostrarnos “débiles” ante el que está en frente nuestro. Ya sea porque hemos creado una imagen a nuestro alrededor de todoterrenos que pueden con todo pase lo que pase, pese a quien le pese, ya sea porque nadie nos quiere ver flojear porque eso haría tambalearse muchas situaciones que sacamos adelante.
Pero nadie puede con todo. Hay que aceptarlo. Todos necesitamos algún momento que otro bajar la guardia, notarnos arropados, protegidos, que tiran de nosotros, porque somos frágiles, y tenemos derecho a que nos acurruquen, nos protejan, nos den la mano. Tenemos derecho a sentirnos cansados, superados, tristes, agobiados… porque, repito,somos frágiles.
Sí, yo soy frágil, y pese a que me cuesta aceptar mis limitaciones en ocasiones, quiero contarlo, expresarlo, para tomar mayor conciencia de ello y tratar de aprender a reclamar esa atención que necesito y a la vez tratar de aprender a identificar las señales que los demás me lanzan cuando son ellos, sois vosotros, los que se sienten así: FRAGILES.
No mires mis ojos si no estás preparado para ver el olvido que los ha inundado,
no cojas mis manos si no estás preparado para soportar mi llanto,
no busques mi boca si no estás preparado para oír mi congoja,
no toques mi pelo si no estás preparado para notarlo a cero,
no pronuncies mi nombre si no estás preparado para olvidarl0,
no me llores si no estás preparado para dejarme marchar.
NOTA: Por ese día que no te lo podré decir, por todos aquellos que hoy ya no lo pueden decir y alguna vez lo pensaron.
La maternidad es un regalo para mí.
La maternidad es uno de los dones que he tenido la suerte de poseer y disfrutar, aunque como en casi todo lo que tenemos en esta vida tiene algunas partes duras que son necesarias para valorar aún más todas las positivas.
En estos días que estoy volviendo a revivir un nacimiento, un bebé 100% dependiente, noto que aunque es una etapa ya vivida es única al depender del vínculo materno filial que se crea entre la mamá y cada pequeño. Son todos tan diferentes aunque no haya quien te haga notar que es igual que la pequeña por este detalle físico o que la mayor por aquel otro…
Y al igual que noto que es única la relación , noto que se vuelven a repetir miedos, angustias, inseguridades... Es como si hubiese algo en mi interior que no me permite relajarme y me hace estar en tensión , a la expectativa… Porque no me acuerdo bien de ciertas cosas de las otras veces, y me entran dudas sobre si eso lo viví o me lo han contado o incluso por si lo he leído…
Y esto, ¿Por qué me pasa?
¶ Quiero pensar que porque es algo tan valioso lo que poseo que no quiero que vaya nada mal por mi culpa, por hacer esto o dejar de hacer aquello.
¶ Porque sé que he sido tan afortunada pudiendo traer este bebé al mundo que me da miedo que se estropee.
¶ Porque sé que ahora mi vida depende de una vida más, y no quiero que este pequeño gran sueño se pueda estropear.