Por fin era el día. Había llegado. Tantos meses preparándose para esa prueba de nivel. Tantas ilusiones que dependían de los resultados de ese examen.
Cerró los ojos. Sonrió. Esa tarde por fin podría darse un pequeño descanso después de dos años de vida casi monacal. Saldría a pasear. Esa semana habían puesto el mercado de frutas. Se perdería entre los puestos de mil y un colores y aromas. Descubriría nuevos frutos para sus guisos y ensaladas. (más…)
Otra vez volvía a estar allí de pie, frente al espejo, erguida como una bella vara. ¿ Cuándo había sido la última vez que se había contemplado en el espejo? No era capaz de recordarlo: diez minutos, tres horas, veinticuatro horas, dos días…
Pasó delicadamente los dedos por el filo del espejo mientras se observaba y entregaba al momento…
Entrecerró los ojos, y notó que aquellos olores y sensaciones volvían a ella: Seguía la magia en el cuarto, seguía el sabor dulzón de la nata en sus labios.
Se autoabrazó, cruzando los brazos sobre sus pechos. Recordó sus besos en el cuello, bajando lentamente por su espalda, girando lenta y delicadamente por su cadera… hasta posar lentamente sus labios en el vientre.
Sonrió. Abrió los ojos. Miró el reloj. Estaba al llegar. Era afortunada. Lo sabía. Veinte años después seguía sintiendo una descarga eléctrica en su ser al pensar en él.
Dandocoloralosdias
Madespymas
Tic-tac, tic-tac, tic-tac…
Joanna levantó la mirada de nuevo hacia el viejo reloj de la abuela y descubrió que seguía faltando mucho rato para que su hermana apareciera.
Bajó los ojos . Se quedó contemplando la colcha que había retomado como labor ese verano. La había encontrado entre las cosas de la abuela en la caja grande que estaba al fondo del armario.
Su olor, su tacto la hacían transportarse a aquellas horas que compartió con ella. Aquellos comienzos de esa colcha en compañía de su abuela, su hermana y sus primas.
Cogió la aguja de nuevo, la enhebró con el hilo color miel, acercó el patrón del bordado, y retomó la costura en el punto que lo había dejado:en la pequeña abeja que revoloteaba sobre las bonitas flores ya bordadas.
«Y aquí pondremos la abeja , ya veréis, más de uno intentará quitarle de la colcha de lo real que quedará!»
Se levantó de la cama, y una vez más se miró en el espejo.
Allí seguía.
Ese maldito grano.
Mamá y papá no dejaban de decirle que era minúsculo pero ella lo veía y sentía tan enorme… Ni corrector, ni maquillaje, ni… ¡nada podría tapar aquello! ¡ lástima que no se tratase de un baile de máscaras para ocultar aquél horroroso ente!
De pronto recordó años atrás, aquel verano en la casa de la abuela. El baúl lleno de libros sobre sortilegios, maleficios y trucos mil del desván…
«- Quita, quita, pequeña, eso son tonterías de cuando era pequeña;no sirven para nada más que recordarme que alguna vez fui joven y tuve sueños.»
Sonrió. Corrió a su mesilla. Y sacó el sobre con la última carta que la abuela le escribió a modo de despedida,y fue al último párrafo.
«Nunca olvides que el secreto de la belleza está en tu autoestima»
Secreto de belleza
Hacía días que la pequeña no paraba de soñar con el baile de fin de curso.
Los momentos de alegría e ilusión que estaban por llegar la mantenían activa y hacían que día tras día los momentos de ensayos y repeticiones fuesen esperados.
Ese año era especial, o a ella se lo parecía en aquella etapa de su vida: (más…)