Para no cambiar el hilo de los post anteriores de mis publicaciones en el Iron Blogger Materno/paternal tras los nervios del comienzo y las inquietudes que se ponen de manifiesto por el entorno de nuestros hijos, esta semana vamos a comentar ese otro pilar escolar, esperando que nadie se sienta molesto o aludido: las valoraciones de los profesores de nuestros hijos.
Si hay algo que cada vez tengo más claro, y eso que otra persona no, pero el Santo me lo recuerda cada vez que tiene ocasión, es que toda historia tiene, al menos, dos versiones, y por ello, como mínimo, dos justificaciones.
De este modo, al empezar el curso, uno de los temas estrellas es quiénes serán el tutor y los profesores de tu hijo.
Cuando asignan a tu hijo un profesor y/o tutor, de pronto se encienden en tu cabeza mil y una alarmas ( aunque lo cierto es que a mí estás alarmas no se me encendieron hasta que a la peque mayor, en eso de primero de primaria le tocó una tutora para la que mi hija » iba a tener problemas si no cambiaba de actitud». Recuerdo salir de aquella tutoría sintiéndome como la madre de una delincuente en potencia, yo que veía a mi pequeña tan espabilada y extrovertida. Sin ningún problema de adaptación ni de relación con compañeros y profesores en la guardería y en el segundo ciclo de infantil… De pronto parecía que la pobre iba de cabeza al programa de «Hermano Mayor» . Menos mal que como solemos ir juntos a la mayoría de las tutorías el Santo relativizó y … la buena señora se prejubiló al terminar el primer trimestre!( Debo decir que después la ha tenido en varias asignaturas de apoyo y la quiere un montón «¡ Qué buena niña es !. Si supiese la buena señora el disgusto que me dió…)
Desde entonces las tutorías empezaron a darme miedo, no dejaba de preguntarme si quizás no veía a mis hijas como realmente son, ser una de esas madres que tienen una venda en los ojos ante la realidad de sus hijos para poder ayudarles … Si es que necesitan ayuda.
Pero tuve suerte. La niña era muy movida. Pero los siguientes tutores supieron hacerse poco a poco con ella y controlar ese deseo de moverse (que se traducía en visitas al baño o a la papelera para sacar punta…) y de hablar. Esa actividad la fueron pausando, lo tradujeron en aprovecharlo para pequeños recados, pequeños repartos de material en clase… Ese torbellino de energía había que canalizarlo, tal y como tratamos de hacerlo también en casa.
Así,volviendo al tema de los tutores y/o profesores, he de decir que hay tantas opiniones sobre ellos, por lo general, como padres opinen. Y es más, el mismo padre puede opinar una cosa para el mismo tutor/profesor según el hijo y/o año en que le haya tenido, como es mi caso. Ha habido algunos que me han gustado desde el principio y otros que en su día no me gustaron, pero que el paso de tiempo me ha hecho darme cuenta que en su día no los juzgué objetivamente porque los resultados o comentarios no me gustaron, y otros que no me gustaron y pasados los años siguen sin gustarme.
Este inicio de curso he oído a padres agradecer que su hijo no esté con tal o cual profesor. Los motivos por lo general, son diferentes a los míos. También he oído a padres ensalzar a un profesor porque levanta la mano en los exámenes o pruebas y es tranquilo, cosa que a mí me hace poner en alerta. Que sea majo me parece estupendo, que levante la mano, pues no. Al colegio se va a aprender, y eso se tiene que exigir, ¿no? Pero bueno esto daría para otro post.
Y tú, ¿ cómo ves a los profesores de tus hijos? ¿ te preocupa u ocupas de conocerles?
Nota: este post pertenece al reto Iron blogger promovido por Y papá también anímate y únete!
Había amanecido como un día más.
La mañana en el colegio, entre las pruebas de matemáticas, los experimentos de ciencias, la clase de educación física, los cambios de clase aprovechados hasta el máximo intercambiando lazos de colores con sus compañeras…
Y al salir de clase, allí estaba su madre esperándola con una gran sonrisa, un suave beso, su merienda y una ¡ carta!
Qué lento había parecido pasar el tiempo aquella tarde entre deberes, baños, cena… Pero por fin se encontraba en su habitación. Ahora sólo faltaba que todos entrasen en su rutina nocturna para acurrucarse en su cama, y allí cobijada sobre su colchón y su colcha por fin poder perderse en aquellas letras que tanto deberían de contarla.
La pequeña se quedó en silencio tratando de escuchar los sonidos de la casa. Quería confirmar que nadie le molestaría cuando leyese esos poemas que él prometió mandar y ahora llegaban.
Aunque el madrugón de la mañana resultó un poco molesto y los zapatos le apretaban, al entrar en clase todo eso pareció desvanecerse: Sofía entró en su nueva clase, ¡ de niños mayores! , y era preciosa con las paredes azules, de un azul tan bonito como el de la playa en que había estado ese verano, y había un gigante peluche con forma de oruga , de color azul,que iba a ser la mascota que les iba acompañar ese año.
Al sentarse en su silla encontró una pequeña oruga, como la gran mascota, que según les dijo la profesora, debían cuidar hasta fin de curso. Tenían que hacer de papás de las mini orugas que les habían asignado y buscarles un sitio seguro y bonito para estar con ellas y no olvidarlas nunca. La pequeña Sofía levantó su camiseta y lo metió en su ombligo, ¿Imagináis por qué eligió ese lugar?
http://ambiental-hitos.investea.org/details.php?image_id=2620
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150 palabras es una entrega dominical, creada por Marta, (DiarioDeAlgoEspecial) de una microhistoria o microrrelato, con la que podemos dar rienda suelta a nuestra creatividad, y enfocada a los niños. Te daré tres palabras de inicio, y habrá que crear un cuento. ¡de 150 palabras!
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Todos hemos experimentado alguna vez esa sensación de miedo o desasosiego que produce el encontrarse en un sitio nuevo, rodeado de desconocidos y sin tener la situación controlada.
Estos días, muchos de nuestros pequeños están pasando o pasarán por lo mismo.
Sí. Ellos pasan por lo mismo.
La gran diferencia es que los adultos ya hemos aceptado enfrentarnos a esas situaciones. Y aunque a algunos le puedan suponer temblores, noches de insomnio e incluso mal cuerpo o lágrimas, sabemos que hay que pasarlo y lo hacemos sin apenas manifestar ante terceros esas angustias y miedos.
Nuestros peques, por el contrario, saben que ante cualquier problema o necesidad estaremos a su lado…pero en un sitio en el que papá y/o mamá no están, ¿cómo van a poder ayudarles?
Por eso ahora son días en los que se hace aún más necesario ser muy paciente con los peques, cariñosos, comprensivos… y sobre todo son días en que tienen que notar que estamos ahí, que cuando salgan del colegio o la guardería serán nuestros ojos , o los de otro ser de referencia para ellos, los que les estarán esperando.
Del mismo modo son días en los que nosotros los padres nos sentimos temerosos de que ellos no estén bien, no encajen… y hay días que es duro dejarles llorando y ver que las horas no pasan para acudir a recogerlos mientras en nuestras retinas se ha quedado grabada su carita sollozando y esos ojos suplicantes…
Por todo ellos, os quiero desear, bueno, nos quiero desear, mucha suerte en este comienzo de curso para todos, peques y mayores. Por un poquito de suerte para que apenas derrochemos lágrimas y no nos sintamos desangelados con las diarias separaciones.