Hoy ha hecho justo dos semanas desde mi reincorporación. Hoy ha hecho justo dos semanas en que nuestras vidas vuelven a luchar por instaurar unas rutinas que sean buenas para todos, que hagan que el día a día sea más sencillo.
Pero no está siendo fácil. No sé si es por el momento laboral en que me encuentro. No sé si es porque esta familia ha cambiado mucho. Las necesidades de ahora parece que han variado significativamente respecto a las que había en junio. Y siendo miércoles me siento agotada.
Cada vez es más evidente que las peques necesitan nuestro tiempo sí o también. Necesitan nuestras explicaciones. Necesitan nuestras manos. Necesitan nuestros abrazos. Necesitan a sus padres.
Y tan sólo en dos semanas me ha quedado patente que necesito aprender a desconectar del trabajo. Es necesario que ese cansancio se quede en la bolsa con los papeles y no salga en forma de mal humor. Porque igual que nosotros estamos cansados, ellas están cansadas. Y mi cansancio se traduce en tener un nivel de tolerancia mínimo. Un mal humor máximo. Y eso no es justo para ellas, ni para mí.
Pero dicen que el primer paso para cambiar es aceptar que es necesario un cambio, no? Pues allá vamos. Ya tenemos deberes para el resto del curso. Ya os iré contando que tal nos va.

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Sentados en la toalla, bajo la sombrilla, los niños no dejaban de mirar hacia el mar. Llevaban más de una hora preparando lo que harían cuando sus pequeños pies pudiesen tocar el agua y la arena de la playa los semi enterrase con cada pequeña carrera que diesen por la orilla. ¡Qué largas se hacían las esperas tras el desayuno!
» ¿ Nos podemos bañar ya?» – preguntaban apenas cada cinco minutos, aunque a ellos les parecían una eternidad.
«No. Aún faltan 45 minutos para que termine el tiempo de la digestión»- contestaba alguna de las madres tras consultar el reloj.
Esa madre de pronto se encontraba vagando en sus pensamientos. Recordando años atrás, cuando ella era la que no veía el momento en que el reloj llegase a marcar las dos horas cumplidas y abriese el turno de baños. De pronto sonrió, avanzó la manecilla del reloj y gritó:
– «¡Chicos, es la hora! »
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150 palabras es una entrega dominical, creada por Marta, (DiarioDeAlgoEspecial) de una microhistoria o microrrelato, con la que podemos dar rienda suelta a nuestra creatividad, y enfocada a los niños. Te daré tres palabras de inicio, y habrá que crear un cuento. ¡de 150 palabras!
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No siempre se puede ser políticamente correcto. No siempre se debe ser políticamente correcto. No siempre se quiere ser políticamente correcto.
Respeto. Tolerancia. No son valores en alza.
Hay momentos en que tenemos que cerrar los ojos, los puños, la boca… y contener todos nuestros impulsos para evitar quedar en evidencia ante los que nos rodean. Porque podemos dar una imagen muy diferente a la que los demás tienen de nosotros. Y eso nos asusta. Nos da miedo. O debería de dárnoslo.
El “yo soy así” impera demasiado a nuestro alrededor. Incluso en nosotros mismos. Es por ello que en ocasiones tengamos que tomar aire y tratar de relativizar reacciones, miradas, gestos, palabras para no hacer daño, no comenzar una pelea…
Pero no nos confundamos, no todos nos cuestionamos al de enfrente.
Esto lleva a que después de estos comportamientos las cosas ya no vuelvan a ser como antes. Porque ante una falta de respeto, ante una manifestación de intolerancia hacia una idea, o manera de pensar del otro , algo muy fuerte se rompe en una relación y es difícil volver a tener libertad para mostrarse con confianza tal y como uno es, ¿ no crees?
¿Tú cómo lo ves?

Fuente Imagen: http://2.bp.blogspot.com/_ZmNZKSzAt1Y/TKii5HLnV3I/AAAAAAAABXA/OMj9klteErg/s1600/tolerancia4.gif
Las luces se apagaron. Había terminado un nuevo día. Y allí estaba, ella, una noche más, sola, en el estante principal del centro comercial.
Era una bonita casa de muñecas. La reina de los juguetes. Era el más preciado y deseado regalo de cientos de niños, pero debido a su exclusivo diseño también era muy caro y por tanto el menos demandado. No recordaba ya el día en que había llegado allí. Debía ser nueve o diez campañas de Navidad atrás. Llegó acompañada de la casa de muñecas de viaje y de la casa de campo. Pero estas últimas pronto fueron adquiridas y reemplazadas por otras. Sin embargo ella seguía allí año tras año…
Pasó un mes antes de que una mañana una madre con su hija pequeña se acercaran y abrieran y cerrasen sus bisagras para admirarla, a la par que una voz preguntaba «¿ esto es lo que buscan?»

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Parece mentira que apenas haga cuatro meses y un día que te acuné por primera vez mi regazo.
Parece mentira que los brazos que vayan a cogerte cuando llores no sean mis brazos.
Parece mentira que los ojos que veas cuando despiertes de tus siestas no sean mis ojos.
Parece mentira que las sonrisas que compartas en ratos de juego no sean conmigo.
Parece mentira que los labios que acaricien tu frente, tus mofletes, tus dedos…no sean los míos.
Parece mentira que esas ocho horas de no estar a tu lado me sean eternas.
Parece mentira que pese a haber pasado por esto con tus hermanas sea tan duro este momento.
Parece mentira que el día que tenemos que empezar a separarnos ya ha llegado.
