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Día festivo, día especial, día de paella

Hoy amanecía en casa un día especial: un día festivo entre semana después de dos semanas intensas de vida social en mi familia.

Han sido dos semanas de celebraciones de cumpleaños de servidora, de la peque mayor, la boda de un amigo de toda la vida y  una invitación a una fiesta de Halloween ( no sé aún por qué preparé a las niñas para ella… imagino que por su cara de ilusión) … y aunque siempre me ha encantado la vida social, y organizar y preparar cumpleaños y reuniones con familiares y amigos, debo reconocer, que este año he acabado un poco saturadilla.

El domingo por la noche tenía la sensación de no haber hecho otra cosa en las últimas semanas que ir a comprar, preparar actividades, recoger actividades, preparar comida, recoger comida, preparar la casa, recoger la casa… y es cierto que en mi situación actual tanto personal como profesional ha supuesto un cansancio extra del que necesito recuperarme.

Miro para atrás y pienso cuando en junio decía: “tranquila, para la última semana de septiembre todo habrá acabado” pero parece que no es así. Estamos en Noviembre y sigo con un nivel tal de trabajo que es difícil desconectar y por tanto descansar, aunque trato de recoger la mayoría de los días a las peques del cole y hacer los deberes con ellas.

Miro para delante y pienso que en apenas unas semanas cumpliré junto a mi Santo un sueño que llevábamos años deseando ( esto será motivo de otro post, espero).

Y con todo esto, ayer decidimos que hoy tendríamos un día tranquilo y relajado en casa, en familia. Ya sé que no todo el mundo entiende que quiera pasar un día festivo en casa. Pero para gusto los colores, y ante todo, respeto, ¿no?

Levantarse y desayunar sin prisas.

Ayudar a estudiar a la peque mayor para sus exámenes y su día a día. Ponerte a leer con la peque peque y su “p” de panadero y su “l” de lechero.

Ir recogiendo y limpiando sin agobios.

Pararme y sentarme a escuchar la entrevista de una compañera de “Conciliación Real Ya”, bueno, para mí, de la Jefa, ( MUAC! Guapa!) en la Radio y poder twittear durante unos minutos la misma, tranquilamente, sin reloj controlando…

Y después preparar tranquilamente una paella concentrándome en los ingredientes, los olores, y sentarnos a comerla en familia, y que mis chicos hayan dicho que ha quedado riquísima… No sé como transmitiros la ilusión que me ha hecho ver que un día que va tranquilo tiene frutos ricos, frutos que han surgido de poder hacer las cosas con amor y a fuego lento.

Y ahora, las peques juegan aquí alrededor con libros tridimensionales, con juegos de mesa, y ahora mismo a profesoras… a ratos me requieren y a ratos no…

Y yo no puedo evitar sentirme feliz y relajada, tratando de alargar el momento de estar los cuatro aquí tranquilos, juntos, pero cada uno con su propio “juego”.

Reflexiones del día a día … conciliación

Hay muchas máximas que rodean nuestro día a día, aunque algunas de ellas sólo se nos revelan de vez en cuando. Una de ellas es lo rápido que se pasa el tiempo cuando lo estamos pasando bien y lo lento que va en esos momentos que nos encantaría que desapareciesen.

Al mirar a nuestro alrededor, puede parecer que día tras día todo sigue igual. Las rutinas son las mismas. Pero no es verdad. De pronto esa rutina con un niño de 1 año se ha transformado en otra rutina, una distinta, con un niño de 8 años. Y tú ya no tienes 28 sino 35 años aunque te cueste verte como tal. Y en esos siete años que separan ambas rutinas, han existido miles de días, millares de momentos, que eres casi incapaz de recordar. Pero que ahí han estado, y han hecho que ese niño de 8 años sea como es y este adulto de 35 sea lo que es.

Es complicado vivir. Es difícil ser padre o madre. Pero lo más complejo de todo es ser un padre o madre que tenga la sensación de que realmente está viviendo y no sobreviviendo en este mundo  que nos ha tocado. Un mundo muy global, muy tecnológico, pero en el que a día de hoy parece una misión imposible vivir para disfrutar de cada momento con los tuyos, con esos seres por los que necesitas trabajar y ganar dinero. No querer ser el número uno a costa de no vivir con los tuyos está mal visto. No querer separarte de tu familia a diario para estar en otra ciudad es no tener compromiso con tu trabajo. No creer en un presentismo laboral sino en un trabajo realizado no es aceptado.

Yo quiero ser la número uno en mi casa, para mis hijos y mi marido, y quiero que mi compromiso principal sea para con nuestro proyecto de vida en común, en el que lo importante no es sólo el estar sino el dar el máximo cuando estoy para que cuando no esté ellos sean capaces de seguir construyendo y alcanzando ese proyecto común que los padres hemos comenzado.

Yo quiero ser capaz de conseguir que en mi casa el día a día sea un regalo, sea un conjunto de acciones, obligaciones, deberes y derechos que nos ayuden a todos a crecer como personas y a aprender y disfrutar del día a día. No quiero que cada día suponga un amanecer a regañadientes y una carrera contrarreloj que acabe yéndonos a la cama con la sensación de cuántas cosas pendientes por hacer. Y para eso necesito que conciliar sea una realidad en mi familia, en nuestro núcleo. Y por eso voy a tratar de luchar. Voy a tratar de que ese sentimiento que me inunda con el silencio de la noche se haga poco a poco realidad y permita que dentro de unos años mire hacia atrás y sonría al ver que he conseguido una familia conciliadora. Sé que no va a ser fácil, que va a ser algo tedioso y habrá momentos de bajón, pero seguro que leer estas letras de vez en cuando me permitirá retomar el proyecto que con tanto tesón muchos hemos comenzado. Desearme suerte.

Esposa y más …

Ha sido un fin de semana de esos de sentimientos intensos. No todo se ha producido en los tres últimos días, porque la semana, y las anteriores, han ido dejando poco a poco su peso, o podríamos decir sus posos.

El nombre de mi blog va referido a esas diferentes facetas que como mujer me componen, o que poseo. Es cierto que en los últimos años públicamente parece que sólo soy la madre de “PA” y “PE” y  la trabajadora “PI” .  Pero yo sé que soy mucho más que eso, sin quitarle nada de mérito a lo anterior.

Y estos días no dejo de darle vueltas a mi faceta de esposa, de compañera de vida. Porque sí, porque monto mi día alrededor de horarios de peques, pero realmente lo hago alrededor de horarios de una familia. Porque estas peques son fruto de un proyecto común, que nació antes de que ellas llegasen a este mundo. Son una apuesta mutua de dos personas que se quieren, que se respetan, que se admiran, y que después de tantos años, han ido creciendo mutuamente y han conseguido ser dos entes distintos, con vidas independientes en el plano profesional, e incluso en algunos puntos del personal, pero siempre dentro de ese proyecto de vida común.

Pienso en esa familia que se ha quedado rota. En ese marido que tendrá que sacar adelante él sólo a su hija, que sí, que recibirá la ayuda de familiares y amigos, pero no lo podrá compartir y disfrutar con su compañera de viaje porque el destino les ha jugado una muy mala pasada.

Pienso en esa madre que apenas tener a su hija se quedó viuda y ha tirado para delante ella sola.

Y también pienso en esa otra que después de más de ocho años de convivencia se da cuenta de que ese proyecto que se pensaban que era en común no era tal, porque ahora se sienten ataduras, renuncias que se han convertido en obligaciones y tiene que seguir la vida con dos hijos y sin saber qué sentido dar a su vida, salvo no el que tiene en la actualidad…

Y ese padre que no entiende por qué la madre de su hija siente que ha renunciado a disfrutar de su vida y su cuerpo por dedicarse a esa hija que la supera. Y ahora tiene que rehacer ese proyecto de vida pero ahora no es común, ahora no sabe ni como llamarle, sólo quiere que su hija sea feliz y nunca sepa que para su madre fue un corta alas… porque él nunca lo supo hasta el momento de la separación…

Y así, casos, y más casos… porque hay días que no recuerdas todos los que salen bien. Porque aunque tú sabes que lo tuyo es especial, siempre hay alguien o algo que te recuerda que será así hasta que se demuestre lo contrario… y entonces tú sabes que será demasiado tarde.

Y qué hacer, cómo seguir? Pues después de darle vueltas y más vueltas, la respuesta es:  Nada y Todo. Hay que confiar y seguir trabajando en el día a día por el proyecto común y nunca olvidar que el amor es la única fuerza que puede evitar que el proyecto se rompa. Y recordar que cada palabra, cada beso, cada conversación, cada caricia, cada llamada a lo largo del día, cada momento compartido y vivido son imprescindibles y necesarios para que esta historia no acabe hasta el último momento de nuestras vidas.

Fuente de la foto:http://robertobiologo.zobyhost.com/modules.php?name=News&file=article&sid=221

Gracias cariño, por haberte cruzado en mi vida y haber querido ser mi compañero de viaje.

Gracias porque día a día me demuestras que lo nuestro es diferente y único.

Gracias por hacerme sentirme la mejor esposa del mundo.

Madre : Mamá, tengo miedo

Es desgarrador oir un grito. Más si es en la noche. Y aún más si procede de tu hij@.

Hace unas semanas que los terrores nos acompañan, o le acompañan. Esa angustia en sus ojos, esas pupilas dilatadas, y esa histeria que busca unas palabras mágicas de consuelo, una caricia, un truco para pasar el mal rato.

Y al ver esa mirada recuerdo cuando yo era pequeña y también tenía pensamientos angustiosos al acostarme, algunos soñando pero otros aún despierta… qué complicado que era volverme a tranquilizar cuando no dejaban de aparecer en mi cabeza mil y una situaciones adversas: y si mamá mañana no está aquí, y si papá no vuelve de trabajar, y si… y si…

Siendo adulta, no puedo evitar también tener miedo en ocasiones, sentir esa angustia de nuevo a que le pase algo a mis peques, a mi Santo., a ,la gente que quiero, que necesito,,, La diferencia es que ahora sé que esos miedos son inherentes a cada persona y  que por desgracia ese miedo no puede más que vencerlo uno mismo, aunque a veces sea duro, por no decir imposible, llegar a ello.

Pese a todo, cada vez que ocurre un episodio de miedo en casa, al alcanzar la calma, sólo pienso; Duerme cariño, dulces sueños... y me acuesto triste al saber que han pasado un momento desagradable y por otro lado alegre al haber sido capaz de darles consuelo.

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