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Madre ( de nuevo)

La maternidad es un regalo para mí.

La maternidad es uno de los dones que he tenido la suerte de poseer y disfrutar, aunque como en casi todo lo que tenemos en esta vida tiene algunas partes duras que son necesarias para valorar aún más todas las positivas.
En estos días que estoy volviendo a revivir un nacimiento, un bebé 100% dependiente, noto que aunque es una etapa ya vivida es única al depender del vínculo materno filial que se crea entre la mamá y cada pequeño. Son todos tan diferentes aunque no haya quien te haga notar que es igual que la pequeña por este detalle físico o que la mayor por aquel otro…
Y al igual que noto que es única la relación , noto que se vuelven a repetir miedos, angustias, inseguridades... Es como si hubiese algo en mi interior que no me  permite relajarme y me hace estar en tensión , a la expectativa… Porque no me acuerdo bien de ciertas cosas de las otras veces, y me entran dudas sobre si eso lo viví o me lo han contado o incluso por si lo he leído…
Y  esto, ¿Por qué me pasa?
¶ Quiero pensar que porque es algo tan valioso lo que poseo que no quiero que vaya nada mal por mi culpa, por hacer esto o dejar de hacer aquello.
¶ Porque sé que he sido tan afortunada pudiendo traer este bebé al mundo que me da miedo que se estropee.
¶ Porque sé que ahora mi vida depende de una vida más, y no quiero que este pequeño gran sueño se pueda estropear.

Reflexiones sobre el » Y Más «

Madespymas = Madre Esposa y Más …

Parece que no hace falta explicar en estos momentos las dos primeras palabras, pero y el “Más”.

En ese “Más” he querido incluir el Hija, Amiga, Hermana, Sobrina, Prima, Nieta, Tía, Nuera, Cuñada, Vecina, Compañera, Trabajadora, Cocinera, Repostera, Costurera, Lectora, …, y valga la redundancia, muchas más…

Y es curioso, pero llevo una temporada, que unas pocas acepciones me están llevando de cabeza. Por no decir dos.

Parece un sin sentido que seamos las personas que somos gracias a un montón de facetas que componen nuestras personalidades y que de pronto muchas dejemos de valorarlas para centrarnos en otras en que empezamos a no sentirnos cómodas.

Cuando miras  alrededor y ves gente que tiene malas experiencias a cualquier nivel, piensas en un montón de cosas positivas que se pueden sacar de ellas. Siempre he pensado que cuando se cierra una puerta se abre después otra mucho mejor. Debe de ser porque esas puertas las he abierto y cerrado más o menos a mi antojo. Controlando yo la situación. O al menos, eso yo creía.

Ahora mismo tengo la sensación de que un montón de puertas se abren y entornan a mi alrededor pero no consigo darme cuenta si se van a cerrar para bien o para mal. Una conciencia pesimista me dice que cuidado. La conciencia optimista me dice que lo que tenga que ser será y ya se verá. Que viva el momento según me dicte mi conciencia cada día.

Y mientras me planteo que hay opciones. Pero esas opciones me harían renunciar a una baja maternal completa de 16 semanas seguidas. Me harían tener la sensación de estar renunciando a unos derechos que ha costado conseguir muchos años. Y lo peor de todo, me harían sentir que estoy fallándome a mí misma, a mis valores, ¿o no?¿ O esto es lo  hago por puro egoísmo por no querer compartir ese tiempo con el padre?

Y encima con un mercado laboral como el actual, que el descolgarse puede significar no poder entrar en un medio o largo plazo…

Se me vienen a la cabeza palabras como lactancia, conciliación, maternidad, paternidad, responsabilidad laboral, racionalización de horarios, impotencia, rabia, proyecto de vida… y me doy cuenta una vez más que hay muchas trabas para poder disfrutar de la maternidad si quieres tener trayectoria profesional en muchas de las empresas que componen nuestra sociedad.

Reflexión sobre bienestar, calidad de vida, conciliación, igualdad I

El día a día de una persona es muy diferente en función de la situación vital en que cada uno nos encontramos, del punto de planeta habitado y de  la cultura que nos rodea… y de muchas más variables, por supuesto.

Al tratar de buscar un punto de partida común, es cierto que resulta una labor compleja.

En ocasiones leemos, o escuchamos, un montón de conceptos como bienestar, calidad de vida, conciliación, realización personal, igualdad… Asimilarlos en nuestro día a día como persona, es harto difícil y, como no, subjetivo.

No podemos evitar compararnos con la gente que consideramos que está en una situación vital similar a la nuestra. Pero a nivel familiar? A nivel laboral? A nivel personal? Y por qué no: a nivel emocional?

Tenemos personalidades tan complejas que, una misma persona, dependiendo del estado vital en que se encuentre los conceptos antes mencionados los puede vivir de distinto modo.

Se me viene a la cabeza una madre recién estrenada. Que no deja de recordar todas esas cosas leídas y/o escuchadas en clases de preparación al parto, o vía consejos de sus mayores, amigas “experimentadas”, etc. Y de pronto su cuerpo con un desequilibrio hormonal tremendo, sintiendo que no da para más, con las 24 horas del día que son un mini bucle que nunca acaba, y pensando que no vale para eso… No se plantea ni bienestar, ni calidad de vida, ni conciliar, ni mucho menos realización personal gracias a esa maternidad que está disfrutando; si acaso, se plantea la igualdad pensando que dónde queda esa igualdad que la hace estar todo el día en una contrarreloj intensa por sacar un minuto para una ducha, para quitarse esos malos pelos de la ceja o tener un segundo para hacer una llamada a ese mundo exterior que sabe que existe, y recuerda haber visto a otras mamis y papis que disfrutan cambiando pañales, o yendo a la compra o saliendo a tomar un café para pegarse unas risas… y en seguida un sentimiento de culpa porque no está dando masajes a su pequeño, por no estar disfrutando al máximo de esos primeros momentos de su bebé, por no tener fuerzas para llegar a la puerta de casa para dar un paseo… sólo deseando que llegue su pareja para compartir esa angustia y responsabilidad y sentir que aunque no iguales, sí comparten ciertos miedos e inseguridades.

Otro flash: una madre de mediana edad. Con esos hijos preadolescentes, de apenas 8-10 años. Ha conseguido mantenerse en el puesto de trabajo que tenía antes de ser madre, pero las cosas han cambiado: esa menor disposición a horarios interminables, a esas reuniones a horas tardías, acaban pasando factura. Piensa en el bienestar que ese trabajo permite mantener a su familia, aunque sabe que no vive con calidad de vida porque levantarse a las 6.30 de la mañana y llegar no antes de las 17.30-18.00 a la casa, no es calidad de vida. Se siente afortunada porque por lo general no tiene que trabajar por las tardes fuera de casa y puede compartir ese tiempo con sus hijos para ayudar en deberes, para escuchar todas esas cosas que se van soltando sin más en una merienda, un recoger un libro… esa preocupación, ese agobio que a ciertas edades son un mundo y sólo la edad, la experiencia y la distancia nos hacen relativizar. Al pensar en la conciliación, su cerebro empieza a bullir. No cree estar conciliando. O si lo que hace es conciliar, no le da la paz que ella cree que debería tener. La igualdad ni siquiera se para a cuestionarla. Igualdad respecto a quién? Respecto a qué? Sólo sabe que es relativamente feliz porque aunque va todo el día corriendo la mayoría de ellos puede estar con sus hijos en casa a una hora prudencial. No es quizás la casa que ella habría pensado al imaginar su calidad de vida y bienestar años anteriores,  pero es su hogar.

¿Podría ser esta mujer la misma? ¿Podría ser esta mujer alguien que conozcas? ¿Podrías ser, o haber sido, esta mujer tú, tu madre, tu hermana, tu amiga, tu prima…?

Mamá está nerviosa

Sé que no se debe generalizar, porque cada uno vivimos la paternidad y maternidad de un modo diferente. Los sentimientos que se despiertan en cada uno de nosotros varían según un amplio espectro de matices. Pero estoy segura que muchos habréis descubierto un sentimiento de amor hacia el prójimo del que no erais plenamente conscientes hasta ese instante de descubrir su latido en vuestro interior o su presencia en vuestros brazos aquella primera vez.

Ese amor se traduce en muchas sensaciones placenteras y cordiales, pero también en muchas otras que transmiten angustia, inseguridad, e incluso miedo.

Hoy no dejo de pensar en mi peque mayor. Estoy nerviosa. Sí, muy nerviosa. Algo tan nimio o tonto, para cualquier otro padre o madre que lo ve desde fuera, para mí es un pequeño mundo en estos momentos, y seguramente una anécdota en breve..

La causa de estos nervios, es simple como a tantos y tantos niños le han puesto unos aparatos en la boca para empezar a corregir algunos problemillas. Y no dejo de pensar en cómo habrá sido para ella ese primer día de cole, con un aparato que no te permite hablar y pronunciar correctamente, que tienes que ponerte tú sola sin papá y mamá después de comer el almuerzo, la comida…

Y pienso en:

– Que espero que se la haya dado bien.

– Que no se haya puesto nerviosa al quitárselo, guardarlo, ponérselo de nuevo-

– Que ningún “mal” compañero se haya reído de ella, porque con eso de que los niños son niños, a veces hay cierta crueldad muy gratuita de unos hacia otros.

–  Que haya tenido plena confianza en sí misma para pasar de algún comentario o risa hiriente …

En fin, hay demasiadas cosas que se me vienen a la cabeza, y la mayoría malas, o que podrían acabar en malas sensaciones para ella, y que me ponen triste.

Y sí, ya sé que esto no es nada comparado con cuando empiece con sus primera decepciones de amistad, o de amor, … pero esto es lo que estoy viviendo ahora.

Bueno, me voy, porque sólo quiero llegar ahora, recogerla, que me reciba con su “nueva” sonrisa y me diga “mamá, no ha pasado nada, todo ha ido bien”. Y si no es así, estar allí para darle ánimos y tratar de convencerla que el día de mañana será mejor que el de hoy. ( Sí, tanto para ella, como para mí…)

 

NOTA: salió bien, contenta. ¡ Había podido hacer todo sola! Y «por ahora nadie se ha reído mucho de mí, mamá»

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